viernes, 1 de junio de 2012

Bascomb: como atraparon a Adolf Eichmann


Entre los criminales de guerra nazis que lograron escapar al cerco aliado en Europa, acaso Adolf Eichmann haya sido el más importante de los que lograron llegar a la Argentina, y sobrevivir casi 15 años con otro nombre antes de ser atrapado por un grupo de sobrevivientes y agentes del Mossad.
Esta historia, narrada por el periodista estadounidense Neal Bascomb en "A la caza de Eichmann", es la que acaba de publicarse bajo el sello Debate, subsidiaria de Random House Mondadori.
El nazi (que alcanzó el grado de Obersturmbannfuhrer) de las SS, llegó a estas costas en 1950, utilizando los contactos que armó durante la guerra y después con otros prófugos e involucrados en la matanza de judíos que se desató a partir de 1942, cuando "el imperio de los mil años" empieza a hacer agua después del intento de invadir la Unión Soviética (URSS).
Entre esos contactos no faltaban jerarcas de la Iglesia Católica. Con un documento falso expedido a nombre de "Ricardo Klement, técnico", el franciscano Edoardo Domoter, con la complicidad del obispo Alois Hudal, consiguió para Eichmann el salvoconducto con origen en la Cruz Roja y un visado argentino que le permitió, el 17 de julio de 1950, embarcarse rumbo a Buenos Aires.
Así, desde Génova, a bordo del "Giovanna C", seguía esa ruta que ya habían recorrido otros prominentes criminales de guerra (imposibles de reciclar como fuerza de trabajo por el espionaje occidental): Josef Mengele, Erich Priebke, Gerhard Bohne y Josef Schwammberger.
Bascomb nació en Denver, Estados Unidos, en 1971. Graduado en literatura inglesa y economía en la Miami University (Oxford, Ohio), su trabajo como investigador periodístico empezó con una beca en Londres (Inglaterra) y otra en Dublín (Irlanda).
En la actualidad es editor en St. Martin`s Press, y publicó, entre otros libros, "Higher", "The Perfect Mile", "Red Mutiny" y "The New Cool". "A la caza..." es su anteúltima entrega.
Eichmann, que nació en Linz (Austria), de donde también era oriundo Hitler, hizo parte de su carrera a las órdenes de Reinhard Heydrich -ultimado en Praga, donde reinaba, por dos partisanos checos-. El atentado es posterior a la conferencia de Wannsee, donde se decide la "solución final", de la que tomó parte el futuro prófugo.
Es entonces cuando el hombre toma en sus manos la deportación masiva de judíos, gitanos y comunistas al campo de concentración de Auschwitz.
Si esta es su "prehistoria", la "historia" que cuenta Bascomb es la que se desarrolla después de la guerra, y podría decirse que empieza cuando -detenido por un comando norteamericano, con un seudónimo, Otto Eckmann- logra escapar porque su rostro y función no eran demasiado conocidos, gracias al bajo perfil que lo salvó un tiempo.
"A la caza..." es un texto metódico. Eichmann (Ricardo Klement, que ya tenía pasaporte argentino), consigue trabajo merced a sus contactos alemanes, en la CAPRI, una constructora que operaba en todo el país: su primer destino fue La Concha, en Tucumán, un remoto poblado desde el que viajó a Buenos Aires en 1952, para reunirse con su familia recién arribada.
El error de los norteamericanos, en 1946, empieza a ser saldado por los judíos, que avisan e infiltran espías en ejércitos y policías. Simon Wiesenthal y Ben Gurión estaban interesados en cazar a Eichmann, y juzgarlo. Sabían que estaba en la Argentina, aunque sin demasiada seguridad.
Pero la seguridad la tuvieron (según el autor del libro) a mediados de los 50. Eichmann era Klement, trabajaba en la Mercedes Benz, vivía en San Fernando, viajaba en colectivo. El servicio secreto israelí tuvo la absoluta seguridad y preparó el secuestro durante un año, saltándose la normativa internacional.
Lo capturaron el 11 de mayo de 1960, lo mantuvieron cautivo para averiguar el destino de Mengele (que al parecer Eichmann ignoraba) y al final, dopado y haciéndolo pasar por un mecánico, los espías lo subieron a un avión israelí en Ezeiza el 20 de mayo, con destino al aeropuerto de Haifa.
Probada su identidad, el hombre fue juzgado por un tribunal que lo encontró responsable de crímenes contra la humanidad; condenado a morir en la horca el 15 de diciembre de 1961, la ejecución fue el 31 de mayo de 1962.
Eichmann inspiró un libro legendario de Hannah Arendt, quien utilizó la defensa del nazi ("sólo cumplí órdenes") para acuñar el concepto de "banalidad del mal": el burócrata que cargaba sobre sus espaldas la muerte de más de un millón de personas deportadas, torturadas, hambreadas y gaseadas. Este es el hombre que retrata Bascomb.

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