Los pequeños pueblos no quieren desaparecer y ya a través del turismo rural, de la gastronomía o emprendimientos productivos sustentables las comunidades van resurgiendo y volviendo a ser un punto real en los mapas. La Estación Nicolás Levalle fue un centro importante social y económico, en el sur de la provincia de Buenos Aires, dentro del Partido de Villarino, donde la Patagonia ya amaga con su interminable horizonte.
En tamaña soledad, el servicio de pasajeros que prestaba el tren era vital. Desde Nicolas Levalle salían dos vías que iban a lasSalinas Las Auroras y Las Barrancas. Cuando el mapa parecía terminar, el tren significa el único medio de comunicación que conectaba estos parajes con el mundo. Pero en 1993, la política argentina decidió darles un golpe de gracia a los pueblos de todo el país quitándoles el tren. Desde aquel momento, el desierto, el silencio y el viento fueron lo único que creció en la Estación Nicolás Levalle.
Alrededor de la estación había un par de hoteles y un viejo almacén de ramos generales, entre algunas casas que representaban una avanzada de la humanidad de un grupo poblacional que tenia allí su lugar en el mundo. Sin el tren, todo aquello desapareció, pasaron los años y cuando Nicolas Levalle era un punto debilitado en vías desaparecer en los mapas, los antiguos pobladores decidieron que tenían que hacer algo con el pueblo que los vio crecer. Fue así que surgió la idea de recuperar la estación. No es fácil que un lugar que tuvo vida deje de tenerla, así por que sí.
En el año 2014 se formó el grupo Asociación Amigos de la Estación Nicolás Levalle, fue el germen que permitió que la idea de la recuperación fuera posible. Juan Luis Sabattini, uno de los responsables de llevar adelante la revalorización de la estación, declaró al diario La Nueva: “En 2014, cuando encontramos la estación abandonada decidimos reflotar y adaptar un proyecto que yo había presentado hace varios años a la realidad. Habitantes y exhabitantes de la localidad estábamos en contacto a través de una página de Facebook por la publicación de fotografías antiguas”, el grupo inició las gestiones ante el Municipio para poder tener la tenencia de la Estación, paso fundamental para comenzar con los trabajos de recuperación.
Como toda las construcciones ferroviarias, fueron hechas para durar. Por lo tanto a la Estación hubo que hacerle algunos retoques, algo de pintura y tareas de mantenimiento, poco y nada. Lo más importante fue desmalezar todo el predio, el monte no perdona la ausencia humana y el pastizal en pocos días todo lo domina. Fue un trabajo duro y de hormiga, el grupo comenzó a organizar actividades culturales para recaudar fondos. Hay una fuerza muy clara y fuerte que se crea cuando un grupo de personas deciden rescatar del olvido un edificio, o un pueblo: los recuerdos se vuelven energía y entonces es muy difícil que un proyecto de revalorización naufrague.
“Todo fue autogestionado. Se logró con aportes de vecinos y gente que no es de la comunidad pero que se sintió identificada con el proyecto” comenta Sabattini, quien cuenta que el objetivo primordial era conservar la estación y que pueda ser usada por todos. “Cuando se la construyó era para uso de todos. No debería perder esa condición. Una manera de mantenerla en pie y volver a ponerla en valor es darle un uso no particular que podamos disfrutar todos. Por eso se proyecta un centro cultural y museo”
“La estación es en sí misma un museo. Su arquitectura fue erigida al servicio del transporte de pasajeros y de cargas que hoy ya no existe”, allí planificaron hacer el Museo del Trabajo, el denominador común que determinó la vida de todos los habitantes de Nicolas Levalle. El Museo muestra cómo era la vida allí, con la actividad en las salinas como temática central. A pesar de que el grupo quiere que algún día vuelva el tren, en el mientras tanto, han podido recuperar la estación y ganarle una importante batalla al desierto. “Estamos convencidos que una estación de trenes debería funcionar como tal pero mientras no ocurra persiste la propuesta de que sea un museo”
Hay una sensación de resistencia en este grupo de vecinos de un pueblo que ya no existe, pero que han logrado recuperar el edificio que le daba vida a toda esta comunidad. “La idea es que no sea solo un archivo del pasado sino que funcione como centro cultural donde lo cotidiano del ayer y del presente se integren y reinventen a través de distintas manifestaciones y el objeto exhibido sirva para contar una historia pequeña que se inserte en la historia regional y nacional”.Para empezar, el primer domingo de cada mes la estación se abre para recibir a turistas para tomar un té probando delicias de campo. Se hacen recitales y exposiciones, y durante algunas horas en la vieja estación se genera música, voces, risas y movimiento, alrededor, el desierto y el infinito horizonte miran asombrados. No todo está perdido.
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