
Este film narra la vida de José de San Martín durante
las guerras de independencia de América del Sur, el guión fue escrito por
Beatriz Guido y Luis Pico Estrada, basado en la novela homónima de Ricardo
Rojas y supervisado por el Instituto Nacional Sanmartiniano. La banda sonora
pertenece al reconocido pianista y compositor Ariel Ramírez.
Acompañan a Alcón en el reparto: Evangelina Salazar,
Lautaro Murúa, Ana María Picchio, Héctor Alterio, Héctor Pellegrini, Alfredo
Iglesias, Onofre Lovero, Juan Carlos Lamas, Diego Varzi, Aldo Barbero, Leonor
Benedetto, Rodolfo Brindisi, José Slavin, Leonor Manso y Mercedes Sosa, entre
otros.
La mayor parte de la película se rodó en el sur de la
provincia de Mendoza, a partir de finales de 1968 y allí se estrenó el 25 de
marzo de 1970 para convertirse rápidamente en un éxito de taquilla.
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José Valle |
San Martin fue un hombre nada común.
Pocos tienen el nivel de desapego por lo material y aún por el poder mismo como
él tuvo. Vale de ejemplo la anécdota que se trajo Sarmiento cuando lo visitó en
su exilio del sur de Francia, en que vio a una de las nietas del general
jugando con la medalla que lo porclamaba Protector del Perú, cargo por el cuál
los liberales porteños le hicieron una campaña de prensa en contra llamándolo
"el Rey Pepe" y rumoreando que se estaba por hacer coronar monarca y
que era un dictador y... bueno, ya se sabe, porque ese discurso traspasó las
generaciones y sigue intacto, como toda enfermedad sin vacuna. Sarmiento,
sabiendo qué cosa era eso con que jugaba la niña, pregunta a don José si eso es
lo que él cree que es. San Martín le responde algo como "de qué sirve esa
medalla si no es para hacer feliz a una niña". No son las palabras de un
rey frustrado, como lo proponía la traición porteña. Son las palabras de un
hombre que sabe qué cosa ha hecho y por quién. Y que tiene su conciencia en
paz.
Alguna izquierda cipaya lo sigue negando
con la endeble argumentación de que "los militares los endiosaron" y
entonces, ellos, blancas palomitas del buenpensamiento, por tanto deben
rechazarlo. Allá ellos. Jamás entenderán que las acciones de un hombre o una
mujer sobrepasan los intereses mezquinos que usan de su memoria por no tener
nada propio. Y mucho peor, jamás entenderán el amor del pueblo por aquellos que
dejan la vida en la lucha por su felicidad y su libertad.
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