El paisaje habitual de la Plaza Rivadavia se vio transformado el pasado viernes 12 de diciembre. Entre el ruido del tránsito y el apuro de los transeúntes por las compras navideñas, cajones repletos de lechuga, acelga y hortalizas frescas de estación ocuparon la esquina de Alsina y Chiclana. No era una feria común, sino un "verdurazo" convocado por productores de Sauce Chico nucleados en la Federación Nacional Campesina (FNC).
La jornada tuvo un doble propósito: ofrecer productos a precios de costo bajo la consigna "Navidad sin hambre" y poner sobre la mesa la crítica situación de las familias campesinas de la región.
La crisis no es nueva, pero las heridas climáticas aún no cierran. César García, referente de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), explicó en diálogo con Radio Altos que muchos de estos productores fueron golpeados duramente por las inundaciones y recién ahora "están sacando un poco la cabeza". El panorama que describió es desolador: "Hay muchos productores que perdieron todo y algunos han tenido que abandonar el campo al no poder sostener la producción".
Ante este escenario, el pliego de reclamos fue contundente. El sector exige herramientas de trabajo, insumos, subsidios de emergencia y, fundamentalmente, el acceso a créditos con tasas que no resulten prohibitivas para el pequeño productor.Más allá de los factores climáticos, el malestar de los quinteros apunta directamente a las políticas económicas de la gestión de Javier Milei. Durante la jornada, los productores se manifestaron firmemente en contra de la apertura de importaciones para productos hortícolas.
Según García, esta medida profundiza una distorsión de precios que ya perjudicaba al consumidor bahiense. “Una parte importante de la ciudad se abastece de insumos que llegan de Mar del Plata y del Gran La Plata, lo que atenta contra la calidad y el precio. Ahora, encima, abrieron las importaciones afectando directamente a los productores locales”, aseveró el dirigente.
Mientras las bolsas de verdura pasaban de mano en mano a precios sustancialmente menores que en los comercios minoristas, la Plaza Rivadavia se convirtió en un espacio de debate político y social. Los vecinos que se acercaron no solo buscaron el alivio al bolsillo, sino que escucharon de primera mano la realidad de quienes producen los alimentos que llegan a sus mesas.
El "verdurazo" terminó siendo un termómetro de la época: una mezcla de solidaridad vecinal frente a la inflación y un grito de alerta de un cordón productivo que, entre la falta de crédito y la competencia extranjera, lucha por no desaparecer.


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