jueves, 18 de diciembre de 2025

Patrimonio cinéfilo: La Biblioteca Rivadavia ya exhibe la colección de Neifert


Hay silencios que hablan y objetos que, al tacto, cuentan historias que van mucho más allá de sus páginas. En la Asociación Bernardino Rivadavia, el aire parece haberse detenido un instante para recibir un tesoro que no se mide en oro, sino en fotogramas y tinta.

 El fondo bibliográfico personal de Agustín Neifert ha encontrado un nuevo hogar, y con él, se muda un pedazo de la mística que durante más de tres décadas habitó las salas oscuras de nuestra ciudad.
Para los bahienses, Neifert no fue solo un crítico; fue el lazarillo necesario en el laberinto del séptimo arte. Entre 1980 y 2013, su firma en La Nueva Provincia era el faro que decidía el destino de nuestros sábados. Leerlo era sentarse a tomar un café con alguien que conocía los secretos de los directores y las debilidades de las estrellas. Hoy, ese diálogo íntimo se vuelve público y tangible.
Al recorrer la Sala de Lectura, la vista se detiene en dos armarios diseñados con el celo que merece la memoria. Allí descansan más de 430 libros. Son volúmenes que huelen a consulta apasionada: tratados de teoría, crónicas de historia y biografías que parecen susurrar nombres de otra época. Son los libros que Neifert subrayó, los que marcaron sus pausas y alimentaron su mirada crítica. Abajo, en el subsuelo, dos enciclopedias monumentales custodian el recinto como gigantes mudos, mientras que en la Hemeroteca, 400 revistas editadas en Buenos Aires, Montevideo y España aguardan a que una nueva generación de curiosos redescubra el periodismo cultural de raza.
La trayectoria de Neifert es un plano secuencia perfecto: desde su egreso en la Universidad Nacional del Litoral hasta la fundación del Centro de Estudios de Cine de Bahía Blanca. Su pluma dio vida a obras fundamentales como Del papel al celuloide o El cine en Bahía Blanca, un mapa emocional de nuestra propia historia urbana. Sus premios, como el Caduceo o el reconocimiento de ARFECINE, son apenas hitos en una vida dedicada a traducir la luz en palabras.
Lo más conmovedor de esta entrega, sin embargo, es lo que falta. El maestro ha retenido algunos ejemplares, un puñado de libros que aún habitan su escritorio. No es egoísmo, es vitalidad: Neifert está investigando, gestando un nuevo proyecto. Porque para él, la función no termina nunca; la luz de la cabina sigue encendida.
Bahía Blanca recupera hoy una brújula. Gracias a esta generosidad, el legado de quien nos enseñó a ver más allá de la pantalla deja de ser un archivo privado para convertirse en un patrimonio colectivo. El proyector sigue encendido en la Biblioteca Rivadavia; solo hace falta sentarse y dejarse guiar, una vez más, por el maestro.

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